martes, 19 de julio de 2011

Ser rico

La riqueza si puede comprar buenos momentos,
la riqueza si puede comprar las emocienes y sentimientos que buscás,
la riqueza compra felicidad.

Pero para ser tan rico hay que trabajar mucho
y mucho más duro que para tener un sueldo.
Esa riqueza no se usa para comprar y vender,
no se usa para comer ni para ninguna otra necesidad fisica.

Se usa para todas las demás necesidades,
las que importan de verdad.

lunes, 23 de agosto de 2010

El miedo global

Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas, las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo de hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones, miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir.

Este texto no fue escrito por mi. Es un extracto de "Patas Arriba - La escuela del mundo al revés" de Eduardo Galeano

lunes, 23 de febrero de 2009

¿Quién quiere jugar un juego como este?

¿Quién quiere jugar un juego como ese?
Un juego en el que 1 de cada 100 turnos
tenés un premio regocijante, para el cual,
te tenes que haber sacrificado muchisimo,
tal vez más que el regocijo mismo.

¿Quién quiere jugar un juego como ese?
Un juego en el que 99 de cada 100 turnos
sólo conseguis prendas que te hacen sufrir,
a veces más, a veces menos,
eso no importa.

¿Quién quiere jugar un juego como ese?
Un juego en el que el tramposo gana,
sin reicibr ningún merecido.

¿Quién quiere jugar un juego como ese?
Un juego en el que justo paga por pecador.

¿Quién quiere jugar un juego como ese?
Un juego en el que según cada uno, es bueno uno mismo,
donde aquél distinto es malo, y
está todo mal menos lo propio;
un juego en el que se juzga sin concer,
y sin saber qué es bondad o maldad.
¿Quién quiere jugar un juego como ese?
Un juego en el que la única salida es lo que está mal.

¿Quién quiere jugar un juego como ese?
Un juego en el que no podés volver a tirar los dados,
no podés volver a mezclar el maso y repartir.

¿Quién quiere jugar un juego como ese?
¿Quién quiere jugar un juego como ese?
¿Quién quiere jugar un juego como ese?
¿Quién quiere jugar un juego como ese?
¿Quién quiere?
El que no quiera,
sólo tiene que dejar de respirar...

jueves, 5 de febrero de 2009

Spectacular Spectacular

Era una decisión tomada
se tenía que hacer,
como si fuera un deber,
era por mi bien.

Si no cumplía
y aquello no se hacía,
mucho peor me sentiría.

Yo tenía una base
que siempre me quedace.
Sin mi base moriría
y en mi peor fase estaría.

Si no cumplía
y aquello no se hacía,
mucho peor me sentiría,
pero mi base viviría.

A declararme fui
y llegue feliz,
pero eso no duró,
mi sonrisa desapareció.

Donde había sólo yuyo
yo veía un capullo.
Sin perder esperanza
me invente una revancha.

Donde había sólo yuyo
yo veía un capullo.
En el segundo Round
a mi base le hicieron Knock Out

lunes, 5 de enero de 2009

Un niño cualquiera

Un niño aparentemente cualquier iba a la escuela, como cualquier otro niño. También le gustaba ir a las casas de sus amigos, como a cualquier otro niño. También disfrutaba de las tardes en la placita jugando al futbol con su papá, u otras veces con amigos, como cualquier otro niño. Su nombre: José.
José tenía a sus tres mejores amigos, Juan, Pablo y Martín, que el llamaba “amigos para toda la vida”, igual que cualquier chico de 9 años. Además de sus tres “amigos para toda la vida” José era muy sociable. Todos en el aula lo apreciaban mucho. Él era como un líder del resto. Si, definitivamente era el líder del aula. Lo que José quería se hacía, igual que pasa con cualquier chico de 9 años suficientemente sociable, y tal vez algo manipulador.
Un día, José saludó a su mamá lo menos embarazosamente posible delante de sus tres “mejores amigos para toda la vida” y se fueron los cuatro juntos a jugar con una pelota a la plaza. Primero hicieron pases, pero como José se estaba aburriendo, hicieron un partidito de dos contra dos. José y Pablo venían ganado 3 a 0 hasta que derepente Juan se acercó velozmente al arco de José y Pablo, quien debía defender, estaba mucho más arriba. José hizo lo que pudo para evitar el final inminente de esa jugada, pero no había nada que hacer, era inevitable. Fue ahí cuando todo cambió, luego de la replica de José a Pablo, este último se levanto enojado del suelo, y lo insulto de arriba abajo, pero sin embargo de forma bastante digna para un chico de 9 años. No uso ni una sola de las “palabras feas” que su mamá no le dejaba usar. Todo lo contrarío, lo insulto con altura. Juan y Martín dejaron de festejar de inmediato, atónitos a lo que estaban viendo y escucharon. Pero no se dejó esperar la intervención de ambos para ayudar a Pablo que finalmente se estaba animando a enfrentar la realidad.
José quedó solo en la plaza. No le preocupaban sus “amigos para toda la vida” porque sabía que era una pelea como cualquier otra, y que al día siguiente volverían a amigarse. Ahora estaba preocupado por haberse quedado solo, tan tarde en la plaza. Hasta su casa había sólo dos cuadras, que José conocía y de hecho conocía a los dueños de las casas de esas cuadras, pero su madre siempre le decía que nunca, por ningún motivo, este solo en la plaza de a la vuelta de su casa. José por primera vez en su vida sintió pánico. No miedo, eso ya lo había experimentado. Pánico. Estaba petrificado. Con un gran susto escucho una voz que le dijo “Vení José, vení conmigo”. Al ver que era el conocido carnicero de a la vuelta de su casa, Carlos, se tranquilizó mucho.
José caminó con Carlos hasta la casa del carnicero. Entraron y luego de ofrecerle una taza de leche caliente Carlos le dijo que se quedará tranquilo que lo iba a llevar a su casa.

Había ruido de sirenas. José vio como la policía se llevaba a Carlos. Trato de ir a defender a su amigo, pero no pudo. Estaba atado. Estaba boca arriba atado. Entró en un vehículo donde estaban sus papás. Era una ambulancia. Les dijo a los papás “Vayan, se lo llevan, Carlos es bueno, él me ayu…”. Un insoportable dolor en su pierna no le permitió seguir hablando. Un médico se le acerco, sin que José entendiera porque le dio lo que él creía una vacuna. Se despertó en el hospital.
La verdad que el buen carnicero Carlos había maltratado a José a más no poder. José tenía sus dos brazos rotos, igual que una de sus piernas, un tobillo luxado y sin hablar de moretones por todo el cuerpo. Aparentemente el abuso no había sido sexual, sólo violencia y con aparatos de tortura realmente duros para un niño de 9 años como José, un niño de 9 años cualquiera.
Aparentemente Carlos estaba drogado, borracho o ambas, porque se justificaba diciendo que era lo mejor para la humanidad, que convenía matarlo y perder una vida de un niño ahora antes que millones de vidas en unos años. Su sentencia fue cadena perpetua. El niño por suerte se recuperó. Sin embargo no faltaron carteles y pancartas con mensajes como “Maten al abusador”, “El pueblo contra la inseguridad”, “Maten al carnicero, salven a un niño” o “Es intolerable la tortura. Más a un menor”.
Varios años después, José entró al gobierno muy aclamado por la gente y con un cargo muy importante que le otorgaba mucho poder; tal vez demasiado.
A los dos años de estar en el gobierno, aclamado por el pueblo, José puso en marcha un plan brillante, un plan que nadie conocía, salvo él, y tal vez, en un lugar lejano Carlos, el carnicero.
Ah, me olvidaba de un detalle, a los 18 años José cambió su nombre legal. Se auto-bautizó Adolf Hitler.
Varios años después corrió un rumor de que José había muerto. Nadie sabía si era verdad.

Yo hoy, 100 años después de ese rumor les puedo asegurar, José, aquel niño monstruo, no murió, sigue entre nosotros. Adquirió un nuevo poder; el de adoptar distintas formas. Él puede ser como quiera. Le gusta aparecerse en partidos políticos, en tribus urbanas, en movimientos y en muchos lugares más.

El monstruo no murió. Está mutando. No lo dejemos crecer.
Caminaba tranquilo por allí,
Como siempre, paseando,
Distraído, pensando.
De pronto lo sentí,
Vi la forma en que caí.

Pareció ser eterno,
Caía y caía,
Nada me detendría,
Pero entonces choqué,
Y ahí fue que desperté.

Rápidamente me levanté,
Como si nada, me acomodé,
Y ahora si, que estaba en píe,
A escapar me dediqué.

Algunos dicen que no estuve,
Otros opinan que no caí
Y que simplemente seguí…

Yo no se que pensar,
Pero lo que aseguro,
Es que por ahí,
No vuelvo a pasar.

domingo, 13 de julio de 2008

la Música

sin dejar de escucharte
siento que empiezo a mirarte
y al intentar tocarte
no hago mas que arruinarte

en el aire vuela
como un sonido cualquiera
pero este deja una idea
a la humanidad entera

es de lo mejor
que pasa y deja color
tambien deja olor
y mucho calor

depende de como lo cante
si quiere guerra y hambre
y depende de como lo diga
si quiere risa y vida

un mundo sin voz
no tiene razon
un mundo sin color
no tiene cancion